RELATO: Un hombre caminaba por la playa una mañana temprano y se dio
cuenta de que alguien más caminaba delante de él. Parecía que la otra persona
iba recogiendo objetos de la playa y arrojándolos de vuelta al mar.
Animado por la curiosidad aceleró el paso con el fin de
alcanzar a la persona que iba adelante. Al acercarse vio que era un joven
adolescente que estaba recogiendo estrellas marinas, dejadas en la playa por la
marea, y él las devolvía otra vez al océano.
- ¿Qué haces?- Le preguntó el hombre.
-Estoy arrojando estas estrellas marinas otra vez al agua, porque
si están aquí para cuando apriete el calor, todas ellas morirán.
Sonriendo ante lo que parecía una labor interminable e
infructuosa, el hombre respondió: -Joven, esta playa tiene bastantes kilómetros
de longitud y debe de haber cientos de miles de estrellas de mar en ella. ¿Qué
diferencia va a significar lo que tú haces? ¿para qué te preocupas tanto?
El joven miró atentamente a la estrella de mar que tenía en
su mano y después la arrojó al agua, y contestó: - Todo lo que sé es que para
esa estrella si que ha merecido la pena y hay una gran diferencia.”
Amigo tu y yo estamos
en este mundo para hacer una gran diferencia en la vida de las personas que nos
rodean. Jesús pide de nosotros una vida
de servicio en favor de los demás, ¿Pero que requisito se necesita para el
servicio? La respuesta está en la Palabra de Dios.
En
las Sagradas Escrituras está el siguiente requisito:“Y Jesús les dijo: Ninguno
que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de
Dios.” Lucas 9:62
Para ser discípulo de Cristo es esencial que haya una
dedicación absoluta e incondicional. El
que quiere abrir un surco recto en cualquier rama del servicio de Dios, debe
dedicarle a la tarea su atención constante y todo su corazón.
Un antiguo poeta griego escribió: "El que quiere arar
surcos rectos no debe mirar a su alrededor"
Querido amigo: Dios
nos pide que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que no
dejemos transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su obra en la
tierra. El no espera de todos la misma
clase de servicio. Uno puede ser llamado
al ministerio en una tierra extranjera; a otro se le pedirá tal vez que dé de
sus recursos para sostener la obra del Evangelio. Dios acepta la ofrenda de
cada uno. Lo que resulta necesario es la
consagración de la vida y de todos nuestros intereses. Los que hagan esta consagración oirán el
llamamiento celestial y le obedecerán. . .
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