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domingo, 8 de julio de 2012

Una vida dedicada al servicio


RELATO: Un hombre caminaba por la playa una mañana temprano y se dio cuenta de que alguien más caminaba delante de él. Parecía que la otra persona iba recogiendo objetos de la playa y arrojándolos de vuelta al mar.

Animado por la curiosidad aceleró el paso con el fin de alcanzar a la persona que iba adelante. Al acercarse vio que era un joven adolescente que estaba recogiendo estrellas marinas, dejadas en la playa por la marea, y él las devolvía otra vez al océano.

- ¿Qué haces?- Le preguntó el hombre.

-Estoy arrojando estas estrellas marinas otra vez al agua, porque si están aquí para cuando apriete el calor, todas ellas morirán.

Sonriendo ante lo que parecía una labor interminable e infructuosa, el hombre respondió: -Joven, esta playa tiene bastantes kilómetros de longitud y debe de haber cientos de miles de estrellas de mar en ella. ¿Qué diferencia va a significar lo que tú haces? ¿para qué te preocupas tanto?

El joven miró atentamente a la estrella de mar que tenía en su mano y después la arrojó al agua, y contestó: - Todo lo que sé es que para esa estrella si que ha merecido la pena y hay una gran diferencia.”

Amigo  tu y yo estamos en este mundo para hacer una gran diferencia en la vida de las personas que nos rodean. Jesús pide de nosotros  una vida de servicio en favor de los demás,   ¿Pero que requisito se necesita para el servicio? La respuesta está en la Palabra de Dios.

En las Sagradas Escrituras está el siguiente requisito:“Y Jesús les dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” Lucas 9:62

Para ser discípulo de Cristo es esencial que haya una dedicación absoluta e incondicional.  El que quiere abrir un surco recto en cualquier rama del servicio de Dios, debe dedicarle a la tarea su atención constante y todo su corazón.

Un antiguo poeta griego escribió: "El que quiere arar surcos rectos no debe mirar a su alrededor"

 Querido amigo: Dios nos pide que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que no dejemos transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su obra en la tierra.  El no espera de todos la misma clase de servicio.  Uno puede ser llamado al ministerio en una tierra extranjera; a otro se le pedirá tal vez que dé de sus recursos para sostener la obra del Evangelio. Dios acepta la ofrenda de cada uno.  Lo que resulta necesario es la consagración de la vida y de todos nuestros intereses.  Los que hagan esta consagración oirán el llamamiento celestial y le obedecerán. . .

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