Un predicador viajaba en un avión cuando el hombre que se sentó a su lado le preguntó a que se dedicaba. Cuando el pastor le responde que es ministro de la iglesia adventista del 7º día y que regresaba a casa después de dar una serie de conferencias bíblicas. El hombre en tono burlón le pregunta: ¿Es posible creer en Dios en nuestros días?
Y después por muchos minutos el hombre despliega argumentos en contra de la existencia de Dios, el predicador después de escucharlo pacientemente, decide interrumpirlo y le dice: Esta bien profesor. Imaginémonos que usted tiene razón y que Dios no existe, y que usted tiene un único hijo de 20 años en la flor de su juventud. Un hijo al que ama mucho y por el cual sería capaz de dar la vida. Pero para tristeza suya él está sumergido en la drogadicción. Usted como padre ya hizo todo lo que podía para ayudarlo. Buscó a los mejores especialistas, lo llevó a los mejores centros de rehabilitación. Nada ni nadie es capaz de hacer alguna cosa para liberarlo de las garras del vicio. Y como usted dice que Dios no existe, me podría mencionar¿ que esperanza hay para su hijo?
El profesor sorprendido, se quedó sin palabras… y cuando pudo recobrar algo de aliento después del shock, con profundo dolor comenzó a llorar. Porque precisamente esa era la dolorosa situación por la que estaba pasando. Sin decir mucho más, le pide al predicador lo siguiente: “Pastor, usted sabe que yo no creo en Dios, pero usted sí, pídale por favor a su Dios que ayude a mi hijo. “
Amigos,tristemente en la actualidad hay muchas personas que niegan con hechos y palabras la existencia de Dios en sus vidas.
Jesús dijo: “Separados de mí nada podéis hacer… Y el llamado es el siguiente: Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor. Elevemos al Dios de los cielos nuestro corazón y nuestras manos.” (Lamentaciones 3: 40).
Muchos tratan de vivir una vida sin Dios.
Los principios de la verdad, atesorados en el corazón, transformarán nuestra vida. Cristo nunca debería estar fuera de la mente. En él se encuentra todo: seguridad, ayuda y paz. El es quien despeja todas nuestras dudas. El poder de Cristo ha de ser el consuelo, la esperanza, la corona de gozo de todos los que siguen a Jesús en sus conflictos, en sus luchas en la vida. El que ciertamente sigue al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, puede exclamar mientras avanza: "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe"
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