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jueves, 2 de agosto de 2012

Una vida sin límites.

Una mujer llamada Nancy puso el siguiente anuncio en su periódico local:

“Si se siente solo o tienen algún problema, llámeme. Yo estoy en una silla de ruedas pero podemos compartir nuestros problemas mutuamente. Sólo tiene que llamarme. Me encantaría conversar.”

La respuesta a ese anuncio fue sorprendente: 30 llamadas o más por semana.

¿Qué motivó a esta mujer a querer llegar a los demás desde su silla de ruedas para ayudar a los necesitados?

Nancy explicó que antes de su parálisis había disfrutado de perfecta salud, pero se encontraba muy desesperada, sentía que su vida no tenía sentido y que estaba atrapada en un callejón sin salida , y por esa situación trató de suicidarse saltando desde la ventana de su apartamento, pero la caída la dejó paralítica de la cintura para abajo.

En el hospital, totalmente frustrada, percibió que Jesús le decía: Nancy, has tenido un cuerpo sano, pero el alma lisiada.

Como resultado de esa experiencia entregó su vida a Cristo. Cuando finalmente le permitieron volver a la casa oró para encontrar una manera de compartir la bendiciones de Dios con los demás.



Por limitados que estemos por una enfermedad, ancianidad o incapacidad, aún podemos orar, llamar o escribir y encontrar la manera de ser una bendición para los demás. Cualquiera que sea nuestra condición podemos ser testigos eficaces de Cristo.


Amigo,¿Cuál es tu actitud cuando te encuentras ante un problema?  ¿Cómo debe un cristiano, un creyente e hijo de Dios comportarse ante las pruebas más severas? ¿has sentido alguna vez como Nancy, que estas transitando en una calle sin salida?

¿Algúna vez has dudado de la sabiduría de Dios y de la dirección para tu vida? Te quiero compartir  un hermoso pensamiento:

“Cualquiera que sea la senda que Dios ha escogido para nosotros, cualquiera que sea el camino que ordena para nuestros pies, ése es el único camino de seguridad.” ¿Es Inspirador?

Lee con atención este otro pensamiento:  Con los ojos de la fe, con una sumisión infantil como hijos obedientes, debemos mirar a Dios, seguir su dirección, y así desaparecerán las dificultades.  La promesa es:  "Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos"  (Sal. 32: 8).


Entonces amigos,  Si acudimos a Dios con una disposición humilde y deseos de aprender, sin llevar preparados nuestros planes antes de pedirle consejo, y dispuestos a no hacer nuestra propia voluntad, sino con sumisión, listos para ser enseñados con fe, sólo entonces  será nuestro privilegio reclamar las promesas de dirección divina en cada momento del día.
 

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