Dentro encontraron al pastor leyendo un viejo y gastado libro, mientras el rebaño reposaba
Este cuadro despertó instantáneamente simpatía en los esposos, y uno de ellos le preguntó al pastor que cómo se había lastimado el animal.
“Esta era una oveja a la que le gustaba extraviarse, contestó el pastor. No obedecía a mi voz ni seguía por los senderos por donde yo conducía el rebaño. Solía vagar hasta encontrarse al borde del precipicio mismo, y frecuentemente llevaba tras sí a otras ovejas en su extravío. Cierto día, mientras vagaba, se perdió. La busqué varias horas en medio de una oscura y tormentosa noche, y sólo a la madrugada pude escuchar su desfalleciente lamento proveniente de un profundo precipicio.
Descendiendo por rocas ásperas y lugares peligrosos llegué al fin hasta donde estaba la oveja herida. La llevé en brazos al redil… Cuando se recupere, lo que espero sea pronto, esta oveja llegará a ser modelo en seguirme. Habrá aprendido la obediencia por medio del sufrimiento”.
Como la oveja herida, muchos de nosotros nos hemos extraviado del Pastor divino hasta llegar a encontrarnos en el mismo borde del insondable abismo del pecado. Pero el buen Pastor tal vez ha permitido que nos sobrevenga alguna aflicción a fin de que en nuestro lecho de dolor podamos escuchar su tierna voz a medida que nos cura y restablece.
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