Un hombre quería contratar los servicios del mejor chofer para que transportara a su familia. Hizo público su deseo, y entonces aparecieron tres candidatos que aseguraban ser expertos de la conducción.
Los reunió a los tres, y a cada uno le hizo la misma pregunta:
¿Por qué piensa usted que es la persona indicada para ser el chofer de mi familia?
El primero, queriendo impresionar, respondió que podía conducir el auto muy cerca de un precipicio, sin caer por él. El segundo, para no quedarse atrás, dijo que podía acercarse a apenas centímetros del precipicio, sin que le pasara nada al vehículo. El tercero se limitó a decir: "Caballero, para seguridad de su familia, yo mantendría el vehículo tan lejos del precipicio como me sea posible."
¿Quién obtuvo el trabajo? Por supuesto, el tercero, el conductor que prefirió no jugar con el peligro.
Reflexionemos en el siguiente pensamiento: " No procuremos saber cuán cerca del precipicio podemos andar sin caer en él. Evitemos la primera aproximación al peligro. No se puede jugar con los intereses del alma... No debe haber una sola desviación de la reserva, pues un solo acto de familiaridad, una sola indiscreción, puede exponer el alma a la perdición, al abrir la puerta a la tentación y debilitar el poder de resistencia." ( Hogar cristiano p, 367)
Amigo, si no quieres caer en tentación, tendrás que mantenerte lo más alejado del precipicio.
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