Después del primer día de la fiera lucha en la batalla de Fredericksburg, Virginia, en la Guerra Civil, centenares de soldados de la Unión, heridos y sangrantes, yacían clamando en el campo de batalla. El fuego de artillería impidió que se los socorriese durante toda la noche y la mayor parte del segundo día del conflicto, de modo que en todo momento los soldados en las líneas de batalla podían oír sus gritos agonizantes: "!Agua! ! Agua!"
"Pronto un noble soldado del sur, el sargento Richard Kirkland, se elevó por encima del amor a su propia vida, y le dijo al general Kershaw:
"- !No puedo aguantar esto por más tiempo! ! Esas pobres almas han estado orando y gritando toda la noche y todo el día, y esto es más de lo que yo puedo soportar! Le pido permiso para ir y darles agua.
"-Pero tan pronto como usted se exponga al enemigo, !le dispararán!- advirtió el general.
"-Sí señor- contestó el soldado-, pero estoy dispuesto a ello para llevar un poco de consuelo a esos pobres moribundos.
"El general vaciló, pero su corazón también se conmovió con la misma simpatía de su subordinado.
"-Kirkland, es enviarlo a la muerte, pero no puedo oponerme a un motivo como el suyo. Espero que Dios lo proteja. Vaya."
"De modo que el valiente soldado, provisto con una reserva de agua, pasó por encima del terraplén de piedra y comenzó con su obra de misericordia semejante a la de Cristo. Ojos asombrados lo contemplaban mientras se arrodilló junto al sufriente más cercano, levantó tiernamente su cabeza, y sostuvo la copa refrescante en sus labios resecos. Cada soldado en la línea azul de la Unión comprendió la misión afectuosa del hombre de uniforme gris, y no se disparó ni un sólo tiro. Durante más de una hora, uno tras otro de los llorosos heridos y moribundos recibió agua refrescante, se le enderezaron sus miembros acalambrados o destrozados, se le acomodó su cabeza en su mochila, y se lo cubrió con su saco o frazada tan tiernamente como lo hubiera hecho por su propia madre."
Así es también en el gran campo de batalla de la vida, donde las almas están clamando y muriendo debido a los temibles efectos del pecado. Están sedientas del agua de vida, pero nadie les alcanza la bebida refrescante que tanto anhelan, excepto Aquel que traspuso los muros del cielo y descendió para arriesgarlo todo en la cruz del Calvario a fin de rescatarlos de sus pecados, dándoles el agua de la vida eterna.
Henry Beecher dijo: " Dios lava los ojos mediante lágrimas hasta que puedan contemplar la tierra invisible donde no habrá más lágrimas." Allí Jesús vendrá y limpiará las lágrimas de nuestros ojos.
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores." Isaías 53:4
Para los perdidos, siempre hay llanto en lo interior.Pero hay muy buenas noticias para el cristiano: este llanto no es permanente. Reflexiona y alégrate con las buenas noticias de salvación!
"Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría." Salmo 30:5