Varios ingenieros y su equipo de obreros trataban de colocar la base de uno de los pilares de un nuevo puente en Nueva York. En el preciso lugar donde querían poner el pilar, en el lecho barroso del río, encontraron una vieja lancha cargada de ladrillos y piedras. Debían sacarla antes de poder seguir con la construcción. Sin embargo, a pesar de muchos intentos, la lancha permanecía pegada al fondo barroso.
Cierto día, uno de los ingenieros tuvo una idea. Pidió que se trajeran muchos barcas al lugar y que se los uniese con cadenas a la lancha hundida. Las cadenas fueron atadas cuando la marea estaba baja. Todos comprendieron cuáles eran los planes del ingeniero. Cuando la marea subió, las cadenas crujieron y se pusieron tensas, y gradualmente la vieja lancha emergió de entre el espeso barro. Fue elevada no por la fuerza del hombre o de las maquinarias, sino por la potencia de las aguas del Océano Atlántico.
Antes de que una persona encuentre a Jesús, su vida es como una vieja lancha llena de ladrillos y piedras. Quien no conoce a Jesús está hundido en la ciénaga del pecado. Le resulta difícil romper sus hábitos y un poder maligno lo mantiene sujeto a este mundo. Solo podemos ser sacados de la ciénaga por el poder del amor de Dios.
PROMESA:
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." (2 Corintios 5:17)
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