Un agricultor chino llevaba sobre su hombro una vara, y en una punta de esta una olla con sopa. Los caminantes que pasaban golpeaban la olla, la cual finalmente cayó al suelo y se quebró. El agricultor siguió caminando tranquilamente sin mirar atrás. Un espectador un poco admirado le preguntó:
-Señor, ¿no se da cuenta de que la olla cayó y se quebró?
-Oh, sí- respondió el agricultor sonriendo-. Lo sé. Sentí cuando cayó.
-Entonces, ¿por qué no se detuvo e hizo algo?
-La olla está quebrada, ¿verdad?- respondió el agricultor.
-Sí- contestó el hombre sorprendido.
-La sopa se derramó, ¿verdad?- agregó el agricultor.
-Sí, pero ¿por qué no se detuvo e hizo algo?- le preguntó el hombre un poco impaciente.
-¿Y qué podía hacer yo? La olla está quebrada, la sopa derramada, y nada puede ya remediarlo. En mi casa me espera una mesa preparada. No tengo tiempo para mirar una olla en pedazos y una sopa derramada.
Es muy probable que este agricultor no sufriera de nervios o de estrés. Había aprendido a ajustarse a las dificultades de la vida; no permitía que los reveses trastornaran su manera correcta de vivir.
Debemos aprender a disfrutar de verdadera paz y a iluminar el camino de los que viajan con nosotros.
La vida se compone de cosas buenas y cosas desagradables; sin embargo, no tenemos por qué perder nuestra tranquilidad en medio de las dificultades. Debemos reajustarnos para poder vivir. Debemos demostrar que el "Señor de paz" dirige nuestra vida y la adapta a las circunstancias.
PROMESA:
Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. (1 Tesalonisenses 3:16)
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